El basilisco es una enorme serpiente producto de un huevo de gallina empollado por un sapo. El primer basilisco del que se tiene constancia fue criado por Herpo el loco en la Antigua Grecia, y desde entonces ha sido criado por varios magos tenebrosos a lo largo de la historia, aunque no demasiados debido a la extrema peligrosidad que entraña esta criatura. La crianza del basilisco ha estado prohibida desde la Edad Media, pero el peligro inherente de intentarlo ha sido la manera más efectiva de que no se produjera.
Solamente un hablante de pársel puede esperar tener cierto grado de control sobre el basilisco, pero incluso entonces corre un gran peligro, principalmente debido a la principal arma de esta serpiente, sus grandes ojos amarillos, que llevan a la muerte a aquel que los mira directamente, con pocas excepciones.
Solamente en circunstancias muy particulares se puede mirar a los ojos del basilisco sin morir, e incluso entonces quien lo hace queda petrificado, una aflicción que solo puede curarse con esencia de mandrágoras adultas. Las formas de evitar la muerte directa incluyen mirar a los ojos del basilisco mediante una superficie reflectante, como espejos, lentes progresivas como las de las cámaras o en el reflejo del agua, o a través de una superficie translúcida que emborrone la vista de los ojos, como por ejemplo a través de un fantasma. Los mismos fantasmas, al estar ya muertos, sufren igualmente de petrificación al ver los ojos del basilisco incluso de forma directa, o al menos una aflicción equivalente. Los fénix, al ser inmortales, tienen cierto grado de inmunidad a la mirada del basilisco.
Incluso si el basilisco no puede usar su mirada, eso no lo hace menos letal, pues cuenta con un potente veneno que aplica a través de sus colmillos, y que persiste incluso años después de la muerte de la criatura. Este veneno es letal de necesidad, y acabará con la vida de cualquiera al que intoxique salvo que se le aplique el único remedio conocido para curarlo, lágrimas de fénix. El veneno de basilisco también es fatal para los objetos mágicos, corroyéndolos sin posibilidad de recuperación, algo que lo convierte en una de las pocas maneras de destruir un objeto convertido en horrocrux.
El basilisco más famoso de la saga, y de hecho el único que se ha visto durante la franquicia, es el creado por Salazar Slytherin para salvaguardar su Cámara Secreta, y para que fuese usado por su heredero con el fin de purgar a Hogwarts de los alumnos hijos de muggles. Este basilisco parece diferente a otros de su especie, viviendo más tiempo que la media de su especie y siendo solamente controlado por el heredero de Slytherin, que incluso parece inmune a su mirada.
Este basilisco fue despertado por Tom Ryddle durante su quinto año, llegando a matar a Myrtle Mertens, para después volver a su cámara. Ryddle dejó un horrocrux en su diario con el fin de influenciar a algún futuro alumno de Hogwarts para que despertara al basilisco y terminara el trabajo, algo que le ocurrió a Ginny Weasley en La cámara secreta.
Este basilisco atacó a varias personas bajo el mando de la poseída Ginny, pero las circunstancias supusieron que todas acabaran petrificadas en lugar de muertas. Finalmente, el basilisco murió cuando Harry Potter le clavó la espada de Gryffindor en la cabeza a través de la boca, imbuyendo la espada del veneno del basilisco en el proceso. Harry usó poco después uno de los colmillos del basilisco para destruir el horrocrux diario, y el basilisco muerto quedó en la Cámara Secreta durante años, hasta que Ron y Hermione acudieron allí para quitarle más colmillos con los que poder destruir el resto de horrocruxes, usando uno para destruir la Copa de Hufflepuff.
Probablemente debido a lo complicado que es gestionar la mirada del basilisco, esta criatura no ha hecho apariciones en el universo expandido, limitándose a las diversas adaptaciones de La Cámara Secreta, con la excepción de una mención en un articulo de periódico en Hogwarts Legacy sobre el arresto de un mago tenebroso que intentaba criar basiliscos en secreto.
Como curiosidad, en la entrada original del basilisco en Animales fantásticos y dónde encontrarlos se dice que no se han visto basilisco en Gran bretaña desde hace cuatro siglos, algo con lo que comprensiblemente Harry no está de acuerdo, y así lo hace saber en una anotación.



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