Una vez dentro de la base, las preguntas que supuestamente se le iban a responder a Harry al llegar tienen que esperar más, porque la Orden se va a reunir y sólo se permite entrar a magos adultos. Que la casa parezca algo sacado de la historia familiar de Salazar Slytherin no ayuda, y Harry sólo puede confiar en que Ron y Hermione le puedan dar algunas respuestas.
Aunque al principio la reunión con sus amigos es agradable, se nota que Ron y Hermione estaban deseando contarle a Harry por qué no podían decirle lo que pedía, básicamente que Dumbledore no se lo permitió: a él, sin embargo, no le suenan más que a excusas, y se frustra aún más al darse cuenta de que sus amigos esperaban su frustración y se habían preparado para ella. Al final estalla.
A ver, Harry tiene derecho a sentirse así, porque quiere colaborar y lo cierto es que le están dejando de lado, pero tampoco ha de creerse tan importante como para que los esfuerzos contra Voldemort tengan que girar en torno a él. La soberbia nunca ha sido algo muy típico suyo, pero al sentirse tan abandonado sus sentimientos de inferioridad han dado un giro completo y se han convertido en superioridad, lo que aquí llamaríamos la edad del pavo, adaptado a las circunstancias, claro.
En todo caso, Harry necesitaba desfogarse y sus amigos están dispuestos a tragarse su rollo, son buena gente al fin y al cabo; una vez hecho se siente mejor, aunque aún un poco tenso. La aparición de Fred, George y Ginny para aligerar la situación y que al fin le estén contando algunas cosas ayuda.
Los siguientes momentos son de exposición, con todos contando por encima lo que está haciendo la Orden y los problemas que está causando el Ministerio de Magia con su política de negar el retorno de Voldemort. Especialmente dura es la historia de Percy, que ha decidido ponerse de parte del Ministerio y abandonar a su familia, abriendo una grieta que tardará en cerrarse.
Percy nunca ha sido el más popular de los hermanos Weasley, ni dentro ni fuera de la historia, pero esto va más allá, y se corresponde con cómo le hemos ido viendo: en cierto modo él siempre se ha visto como objeto de burla por sus hermanos mayores y pequeños, porque tiene ambición y trabaja duro para cumplirla, pero en ocasiones puede llegar a ser muy presuntuoso cuando consigue algún logro, lo que lleva a más burlas, y a más trabajo para compensar. Es un círculo vicioso que ha terminado en tragedia.
La otra información notable es que Fudge ha estado usando El Profeta para desacreditar a Harry y a Dumbledore y evitar que su versión de la historia sea creíble. En el caso de Harry, aprovechando la última historia de Skeeter sobre él se hace uso de su figura como la de un famosillo del tres al cuarto que cuenta historias ridículas para hacerse el interesante y que su fama perviva a cualquier precio. La verdad es que es una suerte que Harry no leyera nada de eso antes de llegar, porque quién sabe cómo habría afectado a su humor.
Por hablar de algo más alegre, Sirius vuelve a la historia de nuevo, y resulta que la base de la Orden es su propia casa, para sorpresa de Harry. Esta sesión de información aún no ha terminado.
Observaciones y curiosidades:
- El número 12 de Grimmauld Place está oculto mediante un encantamiento fidelio, del cual Dumbledore es el guardián secreto. Al leer la nota en la que revela su localización, la casa se hace visible.
- El retrato en blanco de la habitación de Harry y Ron pertenece a Phineas Nigellus, antiguo director de Hogwarts y antepasado de Sirius, que puede pasar de ese retrato al que está en el despacho de Dumbledore, y así vigilar a Harry y pasar información entre Hogwarts y la base de forma segura.
- Harry asume que las guardias que hace la Orden son para él, pero en realidad son para proteger la puerta del Departamento de Misterios.
- No se hace mucho de ello, pero Ginny finalmente ha conseguido actuar de forma natural con Harry, un paso muy importante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario