Un mes después de volver a Privet Drive, Harry está de los nervios. Había aceptado tener que volver con los Dursley, pero esperaba regresar pronto al mundo mágico y quizás participar en la lucha contra Voldemort. Sin embargo, aunque sus amigos se comunican con él, no le cuentan detalles importantes deliberadamente, y aunque entiende el porqué, se siente apartado.
No ayuda que tanto los Dursley como los vecinos de Privet Drive le traten de apestado, así que Harry se ve forzado a vagar en solitario por las calles, rumiando su frustración y sin poder dormir por sus pesadillas. La adolescencia está empezando a pesar sobre él, y verse recluido después de todo lo que ha pasado le está afectando.
Nos reencontramos con nuestro protagonista un día cualquiera, en el que sigue su rutina de recabar historias en la televisión y los periódicos para ver si aparece algo que pueda indicar un movimiento de su enemigo, pero sin éxito hasta el momento. Voldemort es paciente y está aprovechando la postura del Ministerio para reunir sus fuerzas en secreto, así que los muggles no saben nada.
Por su parte, Dudley ha dado el paso de matón de patio de recreo a delincuente juvenil, más aún con su recién encontrada capacidad para dar puñetazos de manera coordinada. Los dos primos ahora tienen una relación muy distinta, pues Harry recela de Dudley por costumbre pero ha conocido cosas peores y ya no le da ningún miedo, mientras que Dudley recela de su primo porque sabe de lo que es capaz pero le tiene mucho menos miedo de lo que solía (aunque más de lo que le gustaría reconocer, sobre todo ante su pandilla). Cada uno ha cambiado a su manera, y ya no tienen casi nada que ver el uno con el otro.
Cuando los dos se juntan para volver a casa, Harry aprovecha para desfogarse, pero Dudley se harta y responde con sus propias puyas, crueles, desde luego, aunque en cierto modo comprensibles, porque Harry se estaba pasando. Antes de que la cosa escale más, aparecen dos dementores de repente.
Eso no hay quien se lo esperase, porque después de un mes sin que sucediera nada, sin más Harry es atacado sin previo aviso y en pleno dominio muggle, con lo cual la persona tras los dementores (Umbridge) se arriesga a ser expuesta. Por suerte, Harry consigue reunir la alegría suficiente para expulsarlos (aunque le cuesta, no está en su mejor momento).
Ahora las cosas han cambiado de forma drástica: el Ministerio o Voldemort está controlando a los dementores para atacar a Harry, que ha tenido que usar magia siendo menor de edad y frente a un muggle, Dudley ha sido afectado por el dementor de forma desconocida, y la señora Figg lo ha visto todo.
Quizá la última parte no sea tan mala.
Observaciones y curiosidades:
- El título de este capítulo en inglés, Dudley demented, hace un doble sentido con dementado y demente que no se da de la misma forma en la traducción.
- Posiblemente la señora Figg invitaba a Harry a su casa para vigilarle y de paso intentar hacer que se sintiera mejor. Lástima que no tuviera el efecto deseado.
- Mundungus estaba apostado bajo su capa de invisibilidad junto a la casa de Harry, y el petardeo lo produjo él al desaparecerse. Cuando la señora Figg pasó por delante de la casa, estaba comprobando que Mundungus estuviese en su puesto, y dejó a uno de sus gatos para que la avisara si se iba; ése es el gato que sale disparado tras el petardeo.
- Quizás Harry debería haber leído El Profeta más a fondo. No le hubiera venido bien para sus ánimos, en todo caso.
- Harry ya está empezando a soñar con el pasillo del Departamento de Misterios antes de saber lo que es o qué significado tiene.
- Mark Evans, el chico al que pegaron Dudley y su pandilla, fue objeto de mucha especulación por tener el mismo apellido que la madre de Harry, y Rowling tuvo que intervenir para asegurar que fue una coincidencia.
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