Después de la escapada de Fred y George, la presión contra Umbridge ha llegado a un punto máximo, con alumnos, profesores e incluso Peeves aliándose de manera tácita para convertir su vida en un infierno. No deja de ser satisfactorio cómo pueden todos unirse cuando el enemigo resulta ser demasiado para el gusto general.
Esta nueva situación permite a Harry respirar un poco y apartarse del punto de mira de la profesora, aunque Hermione no deja de presionarle para que insista a Snape volver a dar oclumancia. Quizás tendría que haberse parado a pensar qué les iba a decir que había hablado con Sirius, ya que al parecer no tiene pensado contarles nunca lo que vio en el pensadero, pero en este libro Harry está siendo demasiado impulsivo.
De hecho, Harry ya se ha lanzado a tratar de averiguar lo que hay en el Departamento de Misterios, descartando cualquier reticencia que tuviese antes. Dado que Snape no se ha manifestado de ninguna forma sobre las clases Harry se inventa la excusa de que ya han terminado y se abandona a sus sueños en secreto. No está muy claro qué le ha hecho perder la vacilación, pero debería saber que esa actitud no puede acabar bien.
El clímax del capítulo sucede durante el último partido de quidditch de la temporada, Gryffindor contra Ravenclaw. A pesar del pésimo estado del equipo, Gryffindor aún tiene alguna opción de llevarse la Copa, pero nadie es optimista excepto Ron, que se aferra a que al menos todo terminará y después de dos partidos desastrosos no lo puede hacer peor. Supongo que es una forma de animarse.
La verdad, es una pena que Harry y Hermione no presenciaran su épica actuación tras un mal comienzo, pero está claro que Hagrid había estado esperando impaciente a tener a Umbridge mirando para otro lado antes de contarles a los chicos su secreto. De lo contrario, hubiera querido que Ron fuera también.
Y qué secreto: desde octubre Hagrid ha estado manteniendo oculto a su hermanastro gigante en el bosque, por no hablar de llevarlo hasta Hogwarts aparentemente en contra de su voluntad. En todo este tiempo, Grawp no parece haber aprendido nada (en su siguiente aparición veremos que aprendió a hablar un poco), y se mire por donde se mire no parece que Hagrid vaya a llegar a ninguna parte con él.
Es posible sentir pena por Hagrid, que se aferra a lo único que le queda de su familia, pero lo más probable es que Grawp hubiera estado mejor con los suyos, aunque nuestro amigo afirme lo contrario. Y ahora que el guardabosques está en el punto de mira, no tiene más remedio que cargar a nuestros protagonistas con su inútil tarea. La pobre Hermione está al borde del colapso nervioso.
Cuando se enteran de que gracias a Ron Gryffindor ha ganado la Copa de Quidditch, deciden esperar para contarle lo que ha pasado. Después de todo, el pobre no tiene muchos momentos de gloria, y se pueden permitir un tiempo antes de hacerle saber que tienen un nuevo gran amigo.
Observaciones y curiosidades:
- Lee Jordan fue quien coló un escarbato en el despacho de Umbridge, haciéndolo levitar desde los terrenos hasta la ventana.
- Los vitoreos que escuchan Harry, Ron y Hagrid probablemente se traten de la primera parada de Ron, a pesar de lo que supone Harry.
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