Como resultado de su arrebato ante Umbridge, los otros alumnos han aumentado sus cuchicheos sobre él, algunos por curiosidad, otros por incredulidad. Tal vez algunos están tratando de provocar a Harry para que les cuente más de lo que pasó aquella noche, pero al final el resultado es el mismo: irritación.
Harry trata de hacer caso al consejo de McGonagall, pero los castigos ya le están fastidiando antes de empezar: Angelina le echa la bronca por no poder ir a las pruebas del nuevo guardián y los profesores les están cargando con más tareas que nunca, y que Harry no va a poder hacer porque echará toda la tarde en el despacho de Umbridge.
Los castigos en sí no son menos que terribles; forzarte a autolesionarte no es en absoluto un castigo aceptable bajo ninguna circunstancia, y nadie hubiera puesto pegas si Harry se hubiera quejado, pero no va a hacerlo por varias razones.
La primera es un mal efecto secundario de la charla de McGonagall y la actitud de Dumbledore: no piensa que su problema sea lo bastante importante como para molestarles cuando están ocupados con la guerra, y a la vez siente demasiado orgullo como para dejar ver su dolor a nadie, incluso a sus amigos. Es el esquema tristemente habitual de una víctima de abusos.
Y no es que sus amigos se estén percatando del asunto; Ron está ocupado entrenando en secreto para presentarse a las pruebas de guardián, y Hermione se ha volcado en su inútil campaña de mini gorros para elfos. Por supuesto, al final lo descubren, pero Harry sigue sin querer compartir su problema más de lo estrictamente imprescindible, entrando en el juego de Umbridge cuando pretende hacer todo lo contrario. Y las tareas de clase se siguen acumulando.
Todo culmina el viernes, cuando al fin Harry deja escapar un espasmo de dolor delante de ella, pero no en la mano, sino en la cicatriz. Es pura coincidencia, por supuesto, pero ya plantea dudas sobre la profesora, y al menos la deja satisfecha por ahora.
En todo caso, él no sabe esto, y la celebración por el nombramiento de Ron queda empañada por sus sospechas, con Harry decidiéndose a mandar una carta a Sirius a pesar de los riesgos. Veamos cómo termina esta semana tan larga.
Observaciones y curiosidades:
- El comentario de Malfoy sobre el interés del ministro en evaluar la enseñanza de Hogwarts previene de todo el asunto de la Suma Inquisidora.
- Tristemente para Hermione, los elfos domésticos se niegan a recoger los gorros que ha cosido hasta el punto de no querer limpiar la sala común, así que Dobby lo tiene que hacer todo él y es quien se lleva todos los gorros.
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