En el último capítulo de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, todo termina.
Harry está vivo. La maldición de Voldemort no ha tenido efecto, y el único horrocrux que queda es el que hay dentro de Nagini. Si Harry juega bien sus cartas hay una posibilidad, aunque aún está rodeado de enemigos y sus opciones son escasas.
Por suerte, Voldemort está en su momento más arrogante. Tras un breve desmayo de lo más misterioso, el villano trata de asegurarse de que Harry está muerto, pero comete un error fatal al ordenar a Narcisa que lo compruebe, porque ella tiene sus propios intereses. Deseosa de ir al castillo como sea, la mortífaga miente a Voldemort para poder llegar hasta Draco, y su señor, en su júbilo, no se molesta en usar la legeremancia para comprobar si dice la verdad.
Aunque Voldemort demostró inteligencia al no dar por hecho que Harry estaba muerto, la más mínima confirmación le lleva a abandonar cualquier inquietud. Ha vencido, todo ha terminado, y ya nadie puede plantarle cara. Aquí empieza a cometer más y más errores.
Para empezar, deshace la protección de Nagini, aparentemente convencido de que nadie más sabe que es un horrocrux y que ya no corre peligro. Después, obliga a Hagrid a llevar el cuerpo de Harry, la única persona presente que estará lo bastante afectada para no darse cuenta de que el chico está respirando.
Desde luego, toda esta parte es demasiado triste. El pobre Hagrid, que tan buenos ratos habrá pasado en el Bosque Prohibido, ahora tiene que ir por él llevando el cuerpo de su amigo, y sólo empeora cuando llegan al castillo. Los seres queridos de Harry lamentan su muerte tanto o más que la de aquellos que han dado su vida, y los mortífagos se regocijan ante su dolor.
Aquí Voldemort comete su siguiente error: para quedar bien ante sus aliados y romper los ánimos de sus enemigos, asegura que Harry quería escapar y dejar a sus amigos atrás, y que murió como un cobarde. Por supuesto, nadie que le conozca lo más mínimo se creería eso, y la atroz mentira les inspira a protestar y luchar, encabezados por Neville.
Neville ha llegado muy lejos, y aquí demuestra su temple y su gran valor al encararse al mismo Voldemort y negarse a unirse a él, animando a su gente a seguir luchando. En un intento de hacer que sirva de ejemplo y de mandar un mensaje, el villano invoca al Sombrero Seleccionador y le prende fuego en la cabeza de Neville. Otro error, que se junta con el siguiente en un instante caótico.
Aunque Voldemort afirma que los defensores de Hogwarts son inferiores en número, eso es porque se han juntado de forma apresurada, y desde entonces han pasado varias horas. Recordad que durante este libro el señor tenebroso había estado jugando al misterio y no se estaba dejando ver para evitar una rebelión manifiesta. Ahora todos saben dónde está, y que está atacando a la escuela en la que todos estudiaron y donde sus hijos estudian ahora. Tienen la oportunidad de luchar y tal vez de vencer. A ellos hay que juntar a los grupos que por sus propias razones no habían luchado hasta ahora, y que se unen a los defensores.
Todos atacan a la vez, y Neville aprovecha la situación para extraer la espada de Gryffindor del Sombrero Seleccionador y decapitar a Nagini en las narices de Voldemort, que ve aterrado cómo cae su última salvaguarda. Los mortífagos, que son ahora los inferiores en número, se ven arrastrados al castillo, y caen uno tras otro en grandes momentos visuales. Pero ninguno mejor que el de Bellatrix y Molly.
Bellatrix está siendo la mortífaga más dura de roer, pero topa con la horma de su zapato cuando amenaza a Ginny y su madre interviene. Todos creíamos que sería Neville quien acabaría con ella para vengar a sus padres, pero cuesta quejarse de ello cuando vemos a estas dos mujeres enzarzadas en combate fatal. Al igual que su maestro, Bellatrix subestima a su oponente, y eso supone su final. No podría haber sido de otra manera.
Cuando Voldemort trata de vengar a su segunda (un sentimiento inesperado en él) Harry interviene, revelando su supervivencia, y así comienza la batalla final, más verbal que física. Voldemort no entiende cómo ha sobrevivido Harry, pero no por ello va a dejar de subestimarle. Al final del día su enemigo no es más que un joven mediocre que ha llegado a donde está por pura suerte, y cualquier cosa que haya pensado hacer contra él, el mago más hábil e inteligente del mundo, portador de la varita más poderosa, está condenado al fracaso. Un error más en una larga lista.
Poco a poco Harry desmonta sus intentos de burla y desprecio, porque después de todo lo que ha ocurrido ha llegado a entenderlo todo de un modo que ni Dumbledore ni Voldemort hicieron. La Varita de Saúco, con todo su poder, no era invencible, ni dejaba de estar sujeta a las leyes que rigen a todas las varitas. Draco, al desarmar a Dumbledore, se convirtió en el dueño de su varita sin saberlo ni pretenderlo, y al quitarle Harry la suya propia ganó al mismo tiempo la verdadera lealtad de la vara letal.
Voldemort, fijado con la muerte como forma de deshacerse de sus enemigos y de resolver inconvenientes, y aterrado de sufrirla él mismo, no entiende de verdad lo que Harry le explica; cada dos por tres le interrumpe burlón, seguro de tenerlo todo previsto, de que cualquier inconveniente será superado con facilidad, pero cuando llega el momento de la verdad revela lo que siempre fue: un babuino blandiendo un palo, que parece que sólo conoce un truco y lo usa siempre sin importar cuántas veces le falle. Una vez más lo usa, y una vez más le falla; sólo que esta será la última vez.
Voldemort ha muerto, y la guerra está ganada. Las pérdidas han sido numerosas, pero podemos decir que lucharon por algo mejor y que ha podido llegar a ser. Todos están aliviados, alegres y tristes, pero por encima de todo agradecidos a Harry, que ha sido su centro, aunque desde luego no lo ha hecho todo solo.
Pero él aún tiene cosas que hacer. Gracias a Luna (¡es la mejor!), y acompañado como siempre de Ron y Hermione, Harry sube al despacho del director, para hablar con el retrato de Dumbledore, lo más cercano al de verdad que se puede tener. Allí Harry demuestra lo que ha aprendido de las Reliquias: reconoce haber perdido la Piedra de la Resurrección y que no tiene intención de buscarla, repara su propia varita con la de Saúco y planea devolver esta a la tumba de Dumbledore para que su poder muera con él, y conserva la Capa de Invisibilidad para continuar con la tradición familiar.
Esta escena demuestra que, después de todo lo que ha pasado, Harry se ha convertido en un hombre sabio, que será capaz de tener una buena vida en el futuro. Pero ya hablaremos de eso. Ahora dejémosle descansar, que se lo ha ganado. Siete años de su vida, cinco de este blog, y tantas experiencias compartidas que llegan a su fin en este momento. Gracias por leerme hasta ahora.
Por supuesto, no hemos terminado. Nos queda el epílogo, y después todo lo demás. La semana que viene os contaré qué pasará con el blog a partir de ahora. ¡No creáis que esto se ha acabado!
Observaciones y curiosidades:
- Como seguramente sabréis, en el original Molly llamó a Bellatrix "bitch", que viene a ser una forma menos fuerte de llamar a alguien "p*ta", aunque aún se considera una palabra fuerte en inglés, lo que llamó la atención en una novela juvenil. En la traducción el insulto es "mala bruja"; aunque se puede argumentar que "bruja" es una traducción válida en según qué casos, en el universo de Harry Potter a las mujeres que usan la magia se las llama brujas de forma positiva, con lo que la traducción fue todo un patinazo.
- Durante la celebración, al decir que Grawp está mirando por una ventana, se dice que la gente le echa comida a la boca mientras él se ríe. En la traducción confunden esto último y dicen que la gente come entre risas.