En Harry Potter y el legado maldito, Harry y Albus se ven obligados a reflexionar sobre sus acciones y las consecuencias.
Volvemos con El legado maldito y encontramos a Harry y a Ginny en su casa cuando reciben la visita de Draco. Para mi sorpresa, no viene de nuevo a exigir a Harry que haga una declaración sobre los rumores, sino que se ha tragado su orgullo y quiere pedirle a Harry que deje a su hijo ser amigo de Albus de nuevo, lo que me agrada profundamente.
Lamentablemente, ahora Harry, en su obcecación, ha llegado a creer en la posibilidad de que los rumores sean ciertos y que Scorpius podría ser el hijo de Voldemort, en cuyo caso no quiere que se acerque a su hijo. Comete el error de dárselo a entender a Draco (aparte del error de creerse semejante estupidez), que como es lógico reacciona a esta afrenta hacia su hijo batiéndose en duelo con Harry en su propia casa.
Este es el tercer duelo que tienen los dos: el primero fue en el club de duelo de La cámara secreta, y el segundo en el baño en El misterio del príncipe. Este y aquellos reflejan lo que han evolucionado ambos personajes. En su primer duelo, con doce años, se lanzaron hechizos a traición, deseosos de enseñarle al otro quién manda. El rencor era evidente, pero en el segundo, con ambos ya bien metidos en los dos bandos de la guerra, y con Malfoy en un estado psicológico severo, fue mucho más grave, con hechizos poderosos lanzados a discreción y que acabó casi fatal.
Sin embargo, ahora los dos son adultos, y aunque no quieran reconocerlo abiertamente han ganado respeto el uno por el otro: los dos lanzan conjuros habilidosos pero no destructivos, y evitan los ataques sorpresa en favor de atacar de frente, mientras hablan de forma ligera. La lucha pronto se convierte en un ejercicio amistoso, y la llegada de Ginny lo termina completamente.
Una vez sentados a hablar tranquilamente, Draco reconoce sin tapujos algo que me sorprendió mucho: que siempre tuvo envidia de Harry, Ron y Hermione, el trío de oro, que siempre estaban unidos y se apoyaban entre ellos. Mientras tanto, él sólo tenía a Crabbe y Goyle, unos lacayos estúpidos que se volvieron contra él en cuanto ganaron algo de poder. Draco piensa que Scorpius y Albus tienen una amistad similar, y no quiere arrebatarle eso a su hijo porque es lo que habría hecho Lucius.
Harry se sorprende de lo que le cuenta, y más todavía cuando Ginny le cuenta que ella también les tenía envidia. Cuesta pensarlo, porque Harry pasó su infancia solo y debería empatizar, pero en cuanto pudo hacer amigos se aferró a ellos profundamente, y en cierto modo parece que no llegó a darse cuenta de que otras personas podrían sentirse igual que él. En ese sentido él y Albus se parecen mucho.
Gracias al cielo, Harry les escucha y se da cuenta de lo estúpido que está siendo, y se propone resolver la situación. Menos mal.
Por su parte, Scorpius recibe la visita de Delphi, que ha conseguido colarse en Hogwarts con facilidad (las cosas ya no son lo que eran). Aunque Delphi trata de animar a Scorpius a intentar el viaje en el tiempo con sus propios fines, su lamento de no haber podido ir a Hogwarts y haber tenido amigos de verdad parece legítimo. Quién sabe qué habría pasado si hubiera tenido una vida normal, en lugar de ser criada como un arma.
Su conversación inspira a Scorpius a reunirse con Albus a pesar de lo que digan los adultos. Aunque hacen un trazado de lo que ha cambiado y por qué, lo importante aquí es que Scorpius por fin le planta cara a su amigo y le dice con firmeza que está siendo un egoísta, que sus problemas con su padre son algo que no se puede comparar con los de otras personas, y debe abrirse al mundo para que el mundo pueda abrirse a él. Ahora que los dos están a un mismo nivel, su amistad puede mejorar y hacerse más fuerte y más sana.
Eso sí, sus planes aún dejan mucho que desear.
Observaciones y curiosidades:
- Scorpius referencia las leyes del tiempo de Croaker, que se pueden ver en el texto de Pottermore sobre los giratiempos.
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