En el capítulo 24 de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, todos tratan de sobrevivir y escapar, pero no lo harán todos con vida.
Un descuido. Es todo lo que hace falta para que la larga marcha de Harry, Ron y Hermione por todo el país termine y todo empiece a girar, para bien y para mal. Un solo nombre puso a Harry en el camino a cumplir su misión, pero a muchos otros les puso en el camino a su final.
Atrapados por Greyback y su banda de carroñeros, los chicos intentan ocultar su identidad, pero son descubiertos y llevados a la mansión de los Malfoy para cobrar la recompensa por el Indeseable nº 1. A ellos se unen Dean y Griphook, capturados previamente.
Parece que hay alguna esperanza cuando Draco se niega a reconocerles; no cabe duda de que sabe que son ellos, pero algo en él le impide delatarles. ¿Es moralidad, respeto hacia Harry, miedo a que Voldemort se presente allí, un vago intento de liberar a las personas que quizá puedan librarle de su opresor? Quién sabe. El verdadero problema (o tal vez, visto lo que pasa a continuación, la mejor oportunidad posible) viene cuando Bellatrix ve la espada de Gryffindor.
La espada no debería estar allí, sino en su cámara de Gringotts; si la tienen los chicos, es que han entrado en su cámara, y si han entrado en su cámara han podido robar también el preciado objeto que Voldemort le confió para su custodia, la copa de Hufflepuff. Es curioso que Bellatrix, con todas sus dudas hacia Snape, no se plantee la otra posibilidad, que le diera a ella una espada falsa. Afortunadamente, Bellatrix no llamará a Voldemort hasta asegurarse de que su horrocrux sigue en su sitio, pero empieza a torturar a Hermione para saber de dónde han sacado la espada. Maldita bruja.
Una vez más, la estrategia del miedo le falla a Voldemort: sus esbirros están tan asustados de lo que pueda hacerles si se enfurece que le ocultan información que podría serle útil, sólo porque es negativa. Si hubiera acudido desde el principio todo habría terminado para los héroes.
La mente de Harry es un torbellino ahora mismo: los pensamientos de Voldemort, que tanto había anhelado vislumbrar, se cuelan en su mente justo ahora que menos los necesita, pues al villano le embarga la emoción por descubrir al fin el paradero de la Varita de Sáuco de boca de Grindelwald. Lamentablemente para él, su predecesor no va a revelarle nada, ya que no quiere que Voldemort se haga con la varita, desde luego no profanando la tumba de Dumbledore. ¿Se habrá arrepentido tras su largo encierro? ¿Aún siente algo por Albus?
En cualquier caso, la interferencia de Voldemort en su mente, junto con los efectos del conjuro punzante, hacen que Harry no pueda pensar con claridad, pero aun así hace un esfuerzo supremo por concentrarse y planear algo, al contrario que Ron, que está desesperado por salvar a Hermione pero que es incapaz de hacerlo por mucho que grite. Afortunadamente, llega la ayuda, en la forma del pobre Dobby.
Quién sabe cómo se sintió Dobby al saber que Harry estaba preso en la mansión de sus antiguos amos. Está claro que le aterra la idea de enfrentarse a ellos, pero no duda apenas en la tarea autoimpuesta de salvarle a él y a sus amigos. Desde que Harry pide ayuda hasta que Dobby aparece no pasa apenas tiempo. Cuánto coraje.
Gracias a él todos pueden escapar, pero Harry y Ron se quedan para rescatar a Hermione y a Griphook. Tienen otro golpe de suerte en que es Colagusano quien entra en su celda, y su deuda de vida entra en juego en el momento más crítico, por fortuna para Harry y por desgracia para el traidor. Esa mano de plata tenía un precio, y se lo ha cobrado.
Lo que sigue es una caótica escena en la que las varitas van y vienen, con gran importancia para el futuro, y ambos bandos parecen tener ventaja en un momento dado. Harry y Ron luchan con ferocidad, pero Bellatrix es despiadada y termina cogiendo de rehén a Hermione antes de que Dobby aparezca de nuevo.
El último acto de Dobby, desafiar a sus antiguos amos para salvar a alguien por quien profesa una lealtad verdadera, sincera y merecida, fue el culmen de la historia de Dobby, de un elfo que, sin perder la gran humildad y simpatía que le caracterizaba, desafió a sus amos y a toda su raza por conseguir algo tan simple y tan difícil de encontrar como es la libertad de ser quien quería ser. Pocos hay tan valerosos y tan desprendidos, y a la vez tan sencillos y buenos.
Descansa en paz, pequeño amigo.
Observaciones y curiosidades:
- En el original, las frases de Ron al principio se entienden mal porque tiene la boca llena de sangre.
- El ojo que Harry vio en el trozo de espejo era el de Aberforth.
- Al quitarle las varitas que llevaba a Draco, que tenía en ese momento la posesión legítima de la Varita de Sáuco, Harry se convierte en su nuevo amo, junto con el de la propia varita de Draco.
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