En el capítulo 16 de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, Harry y Hermione intentan seguir adelante sin Ron, y al final deciden tirar del único hilo a pesar del riesgo.
Se ha ido. Ron se ha marchado y con él se ha llevado una parte esencial de lo que hace al trío tan efectivo. La única ocasión similar fue durante El Cáliz de Fuego, pero lo que entonces parecía una riña de adolescentes ahora es una disensión muy poderosa; los celos y la inseguridad de Ron colisionaron con la falta de fe en sí mismo de Harry y, exacerbados por la mala situación y el efecto del guardapelo, terminaron explotando en una lucha de verdades duras y malas decisiones. Ahora no hay vuelta atrás.
La pobre Hermione, dividida entre su amor a Ron y su lealtad a Harry, se ha quedado con el segundo, siempre llevada por su sentido del deber, pero en los días siguientes se preguntará una y otra vez si no debería haberse marchado con Ron, para probablemente enfurecerse con él y con sus acciones. El resultado es una Hermione taciturna que no sabe qué hacer.
Como resultado, ella y Harry se lanzan a la búsqueda de posibles lugares en los que encontrar la espada de Gryffindor, convencidos de que Dumbledore ha debido dejarla en algún lugar para ellos, y así justificar sus elecciones. Sin embargo, en el fondo es una vez más la retahíla de lugares importantes como los que podrían contener un horrocrux, y no llegan muy lejos con esto tampoco. Al final Harry decide proponer de nuevo el lugar al que quería ir desde un principio: El Valle de Godric.
Aunque Harry quería visitar el lugar para ver la tumba de sus padres (y después para saber más de Dumbledore), las razones de Hermione son sólidas: El Valle es un lugar que Harry y Dumbledore comparten, además de ser el hogar de Godric Gryffindor; es un buen lugar para esconder su espada.
Después de prepararse, Harry y Hermione al fin parten hacia allá, volviendo de nuevo al mundo habitado. Tras haber pasado tanto tiempo aislados el contraste es raro, y me imagino a los dos paseando con recelo entre las casas y probablemente llamando la atención en general. Por suerte, llegan la noche de Navidad, así que la gente está en sus casas, en la iglesia o en los bares.
Deseoso de paladear lo que podría haber podido tener, Harry lo revisa todo y se imagina toda una vida allí, con padres, con fiestas en casa y sin las preocupaciones que tiene ahora. Es bello y a la vez triste, pero muy comprensible; y aún es peor cuando se revela el monumento a Lily, James y a sí mismo, que le obliga a volver a la realidad. Nada de lo que se está imaginando ha sucedido o sucederá jamás.
Y es aún peor cuando está frente a las tumbas de sus padres. Hasta ahora, la habitual expresión de que ellos siempre estarían con él parecía normal, y las anécdotas de sus amigos y conocidos le han pintado un cuadro de su vida. Pero ahora, tal como pasó cuando encontró la carta de su madre, tiene pruebas físicas de su existencia, pero también de su muerte.
Ya no son figuras de la imaginación, son personas reales que han vivido y han muerto, y cuyos cuerpos descansan justó allí donde Harry se encuentra. Es descorazonador ver cómo el pobre pasa de desear haber tenido una vida con sus padres en el Valle de Godric a casi desear haber muerto con ellos, para así no tener que seguir sufriendo.
Harry tendrá que sobreponerse, pero me temo que aún le queda mucho por sufrir.
La semana que viene subiré la reseña de Los Crímenes de Grindelwald; creedme cuando digo que tengo mucho que decir, pero evitaré los spoilers en la reseña. ¡Nos vemos!
Observaciones y curiosidades:
- La cita de la tumba de Kendra y Ariana es de la Biblia, del evangelio de Mateo, capítulo 6, versículo 21. Asimismo, la cita en la tumba de James y Lily es de la primera carta de San Pablo a los Corintios.
- La tumba con el símbolo de las reliquias es la de Ignotus Peverell, el primer portador de la capa de invisibilidad y antepasado lejano de Harry.
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