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lunes, 3 de diciembre de 2018

Capítulo 15: La venganza de los duendes

En el capítulo 15 de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, Harry y los demás tienen un golpe de suerte, pero en vez de ayudarles a continuar supone la gota que colma el vaso.

Me es difícil comentar este capítulo, porque tiene partes muy diferenciadas y cada una daría para una reseña del tamaño habitual, con la perspectiva de cada personaje en cada momento. Voy a intentar ser lo más conciso posible.

En las primeras páginas del capítulo vemos cómo los ánimos del grupo se están apagando. Su misión cada vez parece más imposible, y cualquier intento de perseguir alguna pista queda en agua de borrajas enseguida. Sus sensaciones de desesperanza se amplifican con el guardapelo, a pesar de sus intentos de no llevarlo encima demasiado tiempo. Especialmente Ron, que está preocupado por su familia, y dolorido por sus heridas, llega a ser hiriente y poco útil.

Es aquí cuando empieza a surgir aquello que Harry ya sabía y que no está demasiado dispuesto a afrontar: el hecho de que no tiene ningún plan específico, y que Ron y Hermione parecían creer que las cosas iban a ser diferentes. Harry no tiene nada que reprocharse, pero me da por creer que en el fondo sabía que su misión iba a ser así y por eso quería negarse a que sus amigos le acompañasen. Nadie les puede decir que no les avisó.

Es en estos momentos cuando suele surgir alguna pista narrativa que dirija a los héroes por el buen camino, y escuchar una conversación sin ser visto es de las favoritas de Rowling. Esta es una de las menos creíbles, en todo caso: encontrarse con cinco personas, todas ellas pertenecientes al mundo mágico, una de ellas a la que conocen bien, dos a los que Harry ha conocido antes, uno del que hemos oído hablar hace poco, y sólo un desconocido es algo tan improbable que tienes que dejarlo correr para ver si soluciona algo, porque las cosas van así de mal.

Y, sin duda, reciben una información interesante: que la espada de Gryffindor ha sido sustituida por una falsificación, seguramente por Dumbledore; la información que les da Phineas Nigellus después les hace deducir que la espada, al haberse bañado en la sangre del basilisco de Slytherin, posee la capacidad de destruir horrocruxes, con lo que el director probablemente quería que la tuvieran para su misión. ¿Pero dónde puede estar la auténtica espada?

No es importante, al menos para Ron; es sólo otro objeto que añadir a la lista de cosas que no tienen y que son incapaces de conseguir. Lamentablemente, tiene razón, y lo que parecía otra escena típica en la que tiran del hilo para avanzar la trama (como con RAB) se frena en seco para dejar ver la realidad: son tres jóvenes, perdidos, con una misión demasiado grande para ellos, capaces solamente de no dejarse atrapar, y apenas de sobrevivir.

Esta realidad cae como un plomo sobre ellos y deja salir todas sus inseguridades, todas sus quejas: Ron se aferra a las palabras de Harry sobre el castigo de Ginny y asegura que no se preocupa por su familia, que no entienden lo que está pasando él sin saber nada de sus padres y hermanos; su frecuente inseguridad, pues se ve incapaz de aportar nada física o intelectualmente, le lleva a culpar a Harry de todo lo que está pasando. En especial su frase de que ellos no tienen que preocuparse por sus padres me duele todavía cada vez que la leo. Es algo muy fuerte para decir en voz alta.

Por su parte, Harry está frustrado por su incapacidad de dirigirlos hacia alguna parte, y se aferra a las quejas de Ron y a que no está aportando nada ahora, y al parecer tampoco lo intenta. Al contrario de lo que dice Ron, Harry se preocupa mucho por los Weasley y sobre todo por Ginny, pero ya ha tomado su decisión y piensa terminar lo que empezó, y tiene poca paciencia con alguien que se esté arrepintiendo de su propia decisión. El comentario de Ron es la gota que colma el vaso.

La pobre Hermione termina en medio de los dos, entendiendo sus posturas y sin poder tomar partido; sin duda quiere estar con Ron antes que con Harry, pero sabe lo que está en juego y no quiere dejarle solo con lo que tiene encima; así pues, escoge quedarse, y el afectado Ron sólo puede tomárselo como una declaración de los verdaderos sentimientos de la chica.

Y así, lo que parecía ser un momento de esperanza pasa a ser la mayor desesperación hasta el momento, con nuestro trío aparentemente roto sin posibilidad de arreglo. Las cosas no pintan nada bien, no.

Observaciones y curiosidades:
  • Es curioso que Harry ponga a Gringotts como ejemplo de un lugar lujoso y misterioso; por otro lado, hablar del Ministerio en los mismos términos es erróneo, pues Voldemort nunca quiso trabajar allí, de modo que no parece que lo considerara importante. Que un horrocrux acabara allí fue pura coincidencia.
  • Las otras excepciones a la Ley de Gamp sobre Transformaciones Elementales son un misterio a día de hoy. Es bastante seguro que la vida es una de ellas, al menos. 
  • Recordemos que Griphook es el duende de Gringotts que llevó a Harry a su cámara en su primera visita. Volveremos a saber de él.
  • El padre de Dean sí era un mago, que fue asesinado por los mortífagos cuando se negó a unirse a ellos; Dean era muy pequeño cuando sucedió. 
  • Nos contaron que Dirk Cresswell estaba en la Oficina de Coordinación de los Duendes, así que es natural que entienda el duendigonza de Griphook y Gornuk.

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