Tras una semana de descanso volvemos a la saga Harry Potter con su tercera novela. Al igual que en el primer capítulo del libro anterior, Rowling se toma su tiempo para resumir quién es nuestro protagonista y cómo es su vida en general. Eso está bien para quien se inicie en la saga con este libro, pero para quien sabe todo esto de sobra es un rollazo. Rowling hace un esfuerzo para que el repaso sea ameno, pero no le termina de salir bien.
En cuanto a la historia presente, Harry una vez más pasa las vacaciones de verano con sus tíos, con las únicas mejoras de que Hedwig puede salir de su jaula y que ha podido rescatar algunos libros y utensilios de clase para hacer los deberes en secreto (y por alguna razón sus tíos le han perdonado que se fugara en un coche volador y no le tienen encerrado en su habitación).
La noche antes de su cumpleaños, Harry está haciendo una divertida redacción sobre la inutilidad de la quema de brujas en la Edad Media. Para ser una redacción del profesor Binns es un tema muy entretenido, y hace mella en la estupidez de los métodos que se usaban en las cazas de bruja reales, que casi siempre provocaban la muerte de los acusados sin oportunidad de demostrar su inocencia. Terrible, pero divertido desde el punto de vista del mago moderno.
Cuando lo deja por el momento, Harry se da cuenta de que ya es su cumpleaños, pero, teniendo en cuenta cómo le fue en los anteriores, no es raro que no le dé mucha importancia. Por suerte, y sin ningún elfo que le intercepte el correo esta vez, recibe tres regalos de sus amigos Ron, Hermione y Hagrid. Sólo puedo imaginar la alegría que tuvo que sentir al recibirlos, casi se desparrama por las páginas.
Hablando de cosas alegres, la familia Weasley ha ganado un premio y están de vacaciones en Egipto. Es un poco raro que no ahorren el dinero para evitarse problemas económicos en el futuro, pero es imposible no sentir que se lo merecen, como dice Harry. Además le van a comprar una varita nueva a Ron, que le hace buena falta.
El regalo de Ron es un chivatoscopio, que teóricamente se activa cuando cerca hay alguien que oculta sus intenciones, y que emplean muchos aurores en la caza de magos tenebrosos. Dado que no es de muy buena calidad, no está muy claro si funciona bien o no; habrá que analizar la situación cada vez que se encienda.
Por su parte, Hermione se encuentra de vacaciones en Francia, y le compró a Harry su regalo por un catálogo especial de lechuzas, y porque Hedwig apareció por allí para que le diera algún regalo que llevarle. Es muy considerado por parte de la lechuza, aunque resulta un poco raro semejante iniciativa. Eso es ser leal.
Su regalo, un equipo de mantenimiento de escobas, está muy bien pensado, sobre todo porque Hermione en estos primeros años suele regalar chucherías y, más adelante, objetos que según ella necesita quien los recibe, como un planificador de deberes. En principio un regalo es algo que a la persona que lo recibe le gustaría tener pero que normalmente no se compraría por la razón que sea, no algo que necesite; a veces la lógica de Hermione le impide ver estas cosas, por eso me alegra que haga un regalo así.
Quiero hacer aquí un inciso para señalar lo que deben estar aprendiendo Ron y Hermione visitando Egipto y Francia desde la perspectiva mágica. Al menos Ron implica que hay lugares a los que los muggles tienen el acceso impedido, y por tanto son abiertamente mágicos; normalmente no sabemos mucho de la magia fuera de Gran Bretaña, así que está bien enterarse de cosas como el turismo mágico, jaja.
Para terminar, Hagrid le manda a Harry un libro especial que se comporta como un animal salvaje, El monstruoso libro de los monstruos. Estoy tan a favor de los libros curiosos como cualquiera, pero si su curiosidad es que para leerlo tengo que domarlo me parece que la cosa cambia; al menos podía venir con unas instrucciones de cómo leerlo. Asimismo, ya que Harry va a tener Cuidado de Criaturas Mágicas este curso, se podía haber olido de qué iba la cosa, la verdad.
Resulta que Hagrid adjuntó su regalo a la carta habitual de Hogwarts para los nuevos libros, y que este año viene con sorpresa: con la autorización de padres o tutores, los alumnos de tercero pueden visitar ciertos fines de semana la villa de Hogsmeade, que se sitúa muy cerca de Hogwarts y es una población enteramente mágica. El problema es que los Dursley no van a firmar nada que le venga bien a Harry ni por asomo, así que lo va a tener difícil para ir.
Pero eso será para otra ocasión; por el momento me quedo con la cita final del capítulo, que resume muy bien los sentimientos de Harry hasta este punto:
"Aunque era un muchacho diferente en muchos aspectos, en aquel momento Harry Potter se sintió como cualquier otro: contento, por primera vez en su vida, de que fuera su cumpleaños".
Esta semana comienza diciembre, así que en los próximos días subiré otra traducción de uno de los textos de Rowling en Pottermore. Aún no he decidido qué texto será, pero intentaré que esté relacionado con el punto en el que estamos en la historia. ¡Nos vemos!
Observaciones y curiosidades:
- En las primeras ediciones de este libro se daba incorrectamente como autor de Historia de la magia a Adalbert Waffling en vez de a Bathilda Bagshot, tanto en la versión original como en la traducción. Waffling escribió Teoría Mágica. El error se corrigió en ediciones posteriores.
- Wendelin la Hechicera es en el original Wendelin la Rara, mucho más apropiado.
- En la foto de los Weasley en Egipto salen también Bill y Charlie, pero no se los describe, y Harry no parece reconocerlos cuando los conoce en persona el verano siguiente.
- La presencia de Scabbers en esa misma foto es fundamental, pues Sirius se enterará a través de ella de que Peter sigue vivo, dando lugar a su huida de Azkaban.
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