Páginas

Páginas relacionadas

lunes, 29 de abril de 2019

Capítulo 26: Gringotts

En el capítulo 26 de Harry Potter y las Reliquias de la Muerte, Harry y su grupo ponen en marcha su plan para colarse en Gringotts, y todo sale horriblemente mal. Otra vez.

¿Por qué todos los planes salen mal? Uno puede argumentar que es imposible tener en cuenta todas las variables que puedan plantearse durante la acción, como encontrarse con Travers por casualidad, pero sí que hay cosas que nuestros héroes deberían haber supuesto. Como en toda buena película de robos, Harry, Ron, Hermione y Griphook tienen que adaptarse según se producen los acontecimientos, y eso a nuestro trío se le da bastante bien.

Aunque el plan parece inteligente a primera vista, hay varias lagunas claras. Bellatrix estaba paranoica ante la posibilidad de que hubiesen entrado en su cámara, así que lo más razonable habría sido suponer que en cuanto pudiera comprobase que el horrocrux sigue allí, y una vez confirmado, que aumentara la seguridad en caso de que los héroes dedujeran lo que han deducido.

Lo que probablemente no podían prever es que Voldemort diera aviso de que Bellatrix había perdido su varita, así que quien la presentara por fuerza debía ser un impostor. Harry sortea ese obstáculo usando la maldición imperius a sugerencia de Griphook, tanteando una línea peligrosa. Usar maldiciones imperdonables en circunstancias peligrosas puede estar justificado, pero abre una veda muy peliaguda.

Por supuesto, entrar en las bóvedas no garantiza seguridad, y queda claro que los empleados de fuera saben que algo no va bien. Esto se traduce en una cascada mágica que anula sus encantamientos y les deja en su estado normal, justo a tiempo para enfrentarse a un dragón que custodia la cámara.

La pobre criatura habrá estado quién sabe cuánto tiempo encerrada en aquel pasaje subterráneo, una tortura para una criatura voladora tan grande, y ha sido torturada físicamente para que responda a estímulos y así controlarlo. Un dragón no es una criatura dócil en absoluto, pero ver uno así da mucha lástima.

Tras evitar a la bestia llegan a la cámara de los Lestrange, que está defendida de una forma muy simple y muy horrible: todo lo que tocas se pone al rojo vivo y se multiplica. De esa forma, cada vez que tocas algo tienes menos espacio y más posibilidades de tocar algo más, hasta que acabas enterrado en tesoros candentes. Son momentos muy horribles y no quiero ni pensar en las quemaduras que sufrieron todos en aquellos momentos. Que la puerta se abra para revelar un pequeño ejército de duendes y magos es casi un alivio.

Entonces llega la inevitable traición de Griphook. Está claro que el duende esperó hasta estar entre los de su raza para salirse con la suya, pero sus acciones son contradictorias. Podría haberlos delatado en el vestíbulo, donde ya estaba entre duendes y podría haber alegado que le habían forzado a ayudarle. No contó nada de la cascada ni de las maldiciones hasta que ya se habían producido, pero ¿sabía que estarían activas?

Si lo sabía no creo que hubiese entrado en la cámara, pues al final ha terminado tan quemado como los demás, o incluso más. Podría haber alegado que debía quedarse fuera para vigilar, y así librarse. Tal vez creyó que levantaría sospechas, o quería tener a mano la espada. Puede que no supiera nada, nunca lo sabremos.

En cualquier caso, nuestro trío se encuentra con su botín pero sin la espada, con graves quemaduras y asediados por todos los frentes. Y entonces Harry tiene la solución más loca que se le ha ocurrido en la vida: liberar al dragón para escapar montados en su lomo sobre Londres.

No me gustaría estar en el pellejo de los agentes del Ministerio que tengan que arreglar este lío ante los muggles.

Observaciones y curiosidades:
  • El conjuro defodio viene de la palabra latina para "excavar".

No hay comentarios:

Publicar un comentario