En el capítulo quince de Harry Potter y el misterio del príncipe, Ron y Hermione inician una campaña de celos digna de telenovela, mientras el pobre Harry intenta que entren en razón.
No es la primera vez que Ron y Hermione se han puesto en pie de guerra mutuamente, pero esta vez es distinto. La inclusión del elemento romántico hace que sus acciones resulten bastante divertidas, pues sus intenciones son claramente obvias para todos menos para quien debería verlas, como es habitual en este tipo de tramas.
Ron está bastante contento; aunque no quiere realmente a Lavender está disfrutando del amor físico, y también de la seguridad de que está poniendo celosa a Hermione, como cree que ella hizo al besarse con Krum. Después del ataque de los pájaros se escuda en su falta de agresividad y se recrea en su situación actual. No va a durar.
Hermione ya ha abandonado cualquier intento de hacer las cosas dignamente, a pesar de sus afirmaciones de lo contrario. Dejando a un lado el incidente de Transformaciones (en el que considero que los dos tienen su parte de culpa, por mucho que Hermione reaccionara de forma más fuerte), salir con McLaggen sólo para llamar la atención de Ron es una estratagema muy transparente e indigna de ella; al fin y al cabo, salir con McLaggen tiene el inconveniente de tener que estar con McLaggen.
Por su parte, Harry tiene que hacer otra vez de intermediario entre los dos, y ya empieza a estar un poco hartito; más de una vez tienes la impresión de que los va a mandar a los dos a tomar vientos, pero se muerde la lengua y trata de limar asperezas, aunque sus amigos no se lo pongan fácil. En todo caso, sospecho que también se está ocupando de esto para intentar olvidarse de Ginny.
En cualquier caso ya tiene sus propios problemas, pues la fiesta de Slughorn se acerca y como aún no ha invitado a nadie sus fans locas están desesperadas y planean recurrir a filtros de amor para que vaya con ellas. Al final resuelve el problema invitando a Luna como amiga, lo que es genial porque Luna debería estar en todas las cosas, y también porque la cara de Romilda y compañía al enterarse tuvo que ser de órdago.
Al final, la fiesta en sí no resulta demasiado interesante. Los pocos vistazos que tenemos de los invitados de Slughorn dan pie a imaginar más oficios mágicos, pero la clave de la fiesta es la conversación con Snape. Imaginaos a Snape, Slughorn, Trelawney, Harry y Luna en un corrillo de fiesta, todos hablando y con una copa en la mano. Ojalá hubiera durado más, y ver a Harry inventarse cosas para explicar su repentino talento para las pociones.
Son interrumpidos por Malfoy, que sigue con sus chanchullos secretos que sólo le importan a Harry. A Harry y a Snape, que trata de ofrecer su ayuda a Draco para evitar que la pifie y así salvar su vida por el Juramento Inquebrantable que hizo. Snape sigue haciendo un trabajo admirable en ocultar sus verdaderas lealtades, pues Malfoy ahora tiene dudas sobre el profesor al que tanto admiraba, mientras que Harry también tiene dudas sobre el miembro de la Orden al que tanto desprecia.
Malfoy está empezando a desesperarse por la falta de avances de su plan, pero su orgullo le impide pedir ayuda o reconocer siquiera que lo está pasando mal. No puede seguir así mucho tiempo, y este camino cuesta abajo le llevará por un terreno muy peligroso.
Es un momento raro para irse de vacaciones navideñas, la verdad. A ver cómo la aprovechan los personajes.
Observaciones y curiosidades:
- Curiosamente, Harry se quedará con los bombones de Romilda, y Ron se los comerá en su cumpleaños en marzo pensando que son un regalo. No me extraña que acabara tan mal, tras meses en el baúl la poción tenía que estar hecha un asco.
- En el original, se dice que Hermione se está limpiando las lágrimas después de lo de Transformaciones usando su estuche.
- En el original, Snape dice que creía que no consiguió enseñarle nada a Harry cuando le daba Pociones, y Slughorn responde que si ese es el caso Harry debe tener un talento innato. En la traducción la conversación es un tanto diferente.
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