En el capítulo 36 de Harry Potter y la Orden del Fénix, Harry trata de vengar a Sirius frente a Bellatrix, pero se encuentra con más de lo que puede soportar.
Incredulidad. Negación. Dolor. Furia. Miedo. Rencor. Desesperación. Resignación. Son algunos de los estados de ánimo por los que pasa Harry en este capítulo, y va de uno a otro a gran velocidad. La muerte de Sirius aún no se ha asentado en su mente, y huye de ese dolor de cualquier forma que encuentra.
Las extrañas circunstancias de su muerte llevan a Harry a dudar de lo que dice Lupin; nosotros también podemos dudar, o querer hacerlo, pero hablamos de Lupin. Sirius era el único amigo cercano que le quedaba tras la muerte de James y la traición de Peter, y se alegró mucho de reanudar su amistad cuando le demostró su inocencia. Sabemos por su texto en Pottermore que la muerte de su amigo le causó un gran pesar. Si hay alguien a quien creer cuando dice que Sirius ha muerto, es a Lupin, porque si no tuviera la absoluta certeza lo negaría también por cualquier medio.
Dicho esto, Lupin es capaz de mantener su entereza, porque Harry y los chicos le necesitan. Elimina la maldición echada a Neville y pregunta por el resto de los chicos, pero Bellatrix derrota a Kingsley y se zafa de Dumbledore, y Harry pierde la cabeza. Aunque no haya aceptado del todo que Sirius no está, tiene claro que Bellatrix es la responsable, y no se va a ir de rositas delante de él. La persigue furioso sin que nadie pueda detenerle.
Bellatrix estaba intentando escapar mientras aún puede, pero al ver que Harry es el único que la sigue se detiene para intentar hacerse de nuevo con la profecía, todo ello mientras se burla de haber matado a Sirius. Conociendo a Bellatrix, sin duda no lo está haciendo de manera táctica para ofuscar a Harry, sino sólo por puro sadismo. Aún así, tiene su efecto.
No hay una magia especial que le permita a Harry superar al enemigo que venció a Sirius; su justa ira tampoco le hace obtener la fuerza suficiente para vengar a su padrino. La asesina es superior en poder, habilidad y experiencia y aún con toda su ira Harry se ve obligado a mantenerse oculto sólo para no morir al instante. Cuando Bellatrix exige la profecía, nuestro héroe se aferra a ese cabo y, burlón y cruel, se relame en el hecho de que está destruida, que al final Voldemort ha fracasado en su gran plan y que Bellatrix se enfrenta a la decisión entre volver a su señor con las manos vacías o entregarse a la Orden. Ese sadismo también tiene efecto, pero el propio Voldemort aparece al instante para acabar con esa alegría cruel.
Voldemort está furioso pero calmado: la profecía, el secreto para destruir a Harry Potter, está hecha añicos, y el propio Potter es el responsable, habiendo pasado por su supuesta élite para conseguirlo. Aún así, decide no andarse con rodeos como la última vez y trata de acabar con él usando un buen Avada kedavra ya que está allí, y Harry ni siquiera es capaz de defenderse. Podría haber funcionado (o no, visto que comparten un lazo de sangre), y habría hecho que todo el plan para conseguir la profecía resultara bastante inútil, pero Dumbledore aparece justo a tiempo para evitarlo.
Así comienza un duelo titánico entre los líderes de los dos bandos, a los que aún no habíamos visto cara a cara durante la historia. Tras una breve dialéctica que resume las posturas de ambos, los dos desatan conjuros y maldiciones de toda clase a un nivel muy superior a lo visto hasta ahora, y a un ritmo frenético.
En todo momento Dumbledore mantiene la calma, mientras que Voldemort lo intenta pero es incapaz, y por eso es incapaz de conseguir la ventaja. Tras un intento bien organizado que fracasa debido a la intervención de Fawkes, cambia de táctica y posee a Harry, esperando que su rival se vea obligado a acabar con el chico y además sufra por tener que hacerlo. La jugada es maestra, y es lo que Dumbledore intentaba evitar haciendo que Harry estudiara oclumancia.
Por su parte, Harry ha estado pasivo en los últimos momentos y, tras un breve momento de triunfo ante la aparente huida de Voldemort, cae en un fuerte dolor y sufrimiento, con la perspectiva de morir a manos de Dumbledore. Pero no tiene miedo, sino resignación. El dolor es tal que prefiere morir, y eso le lleva a pensar de nuevo en Sirius, en estar con él, aunque sea en la muerte.
Es amor, y aunque no sea el tipo de amor que se desearía tener, es igual de efectivo contra la posesión de Voldemort, que siente él mismo el dolor que estaba infligiendo a Harry, y esta vez sí se ve obligado a huir (hay que destacar que se toma la molestia de llevarse a Bellatrix, y el ministro y los aurores le descubren cuando lo hace. Voldemort debía saber que corría ese riesgo, así que es un momento destacable).
Cuando Harry despierta, todo ha terminado: Voldemort ha huido y el Ministerio ha acudido al fin, a tiempo para verle huir ellos mismos. Ya no pueden negar la evidencia, así que Dumbledore impone sus condiciones y envía a Harry a Hogwarts para que descanse mientras él y Fudge discuten brevemente lo ocurrido.
Lo que llevábamos todo el libro deseando, que el Ministerio reconociera el retorno de Voldemort, al fin ha sucedido. Pero hemos perdido demasiado para llegar hasta aquí.
Observaciones y curiosidades:
- Cuando Harry le enseña la mano a Bellatrix para demostrar que no tiene la profecía, el rayo que le envía esta es rojo en la traducción (señal de un encantamiento desmaius), pero verde en el original (señal de un avada kedavra).
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