A la mañana siguiente del final del anterior capítulo, se confirma por qué Voldemort estaba tan contento: diez de sus seguidores más fieles y hábiles se han unido de nuevo a sus filas.
Esta es una noticia terrible tanto si se cree o no en el retorno del villano, pero resulta intrigante su efecto en los incrédulos: la explicación oficial, aunque en principio aceptable, resulta poco elaborada, y las dudas les asaltan, sobre todo cuando tienen una explicación alternativa a la que acercarse.
Ese es el problema de las historias sesgadas o falsas: cuantos más datos tangibles y verificables surgen, más evidentes resultan los intentos de llevar al público hacia cierto punto, provocando incertidumbre y crítica. Ha sucedido antes y sigue sucediendo; tal como dice Rita, la prensa primero se vende y después informa. Ahora hace falta que el público tenga acceso a los detalles que no conocen para que se formen su propia opinión si lo quieren, y en eso está Hermione, en una de sus ideas más inspiradas.
Pero eso tendrá que esperar hasta San Valentín: hasta entonces, la vida sigue, con Harry sufriendo en las clases de oclumancia, Hagrid y Trelawney sufriendo en las inspecciones de Umbridge, y todos redoblando sus esfuerzos en el ED motivados por la fuga de los mortífagos, sobre todo Neville, que da un gran salto en habilidad.
Y al fin llega el día de San Valentín, un día terrible para una primera cita se mire por donde se mire, y todo está lleno de fatales errores. Para empezar, Hermione no especifica a Harry por qué quiere verle, con lo que luego él no puede explicarle la situación a Cho. No había ninguna necesidad de ocultarle nada, y sólo complica las cosas.
La cita no empieza mal, con Harry y Cho encontrando un terreno común en el quidditch, pero no continúan por ahí y desaprovechan la oportunidad para saber más el uno del otro, dando lugar al silencio incómodo. A Cho no se le ocurre otra cosa que llevar a su pareja a un sitio romántico lleno de parejas, algo para lo que ni él ni ella están preparados, sobre todo teniendo en cuenta que estuvo allí con Cedric el año anterior, con lo que recordarle será inevitable. Harry, absolutamente cohibido, habla de lo de Hermione para decir algo, poniendo celosa a Cho sin darse cuenta.
Cho intenta "contraatacar" hablando de sus ex, pero sólo consigue enfadar a Harry y ponerse triste al recordar a Cedric, alguien de quien él se niega a hablar, mucho menos con Cho y sobre todo en un sitio así. Para cuando se da cuenta de lo que pasa ya es demasiado tarde, y Cho se marcha furiosa. Es triste lo que una consecución de malas decisiones puede estropear algo que parecía tan bonito en principio.
Furioso también, Harry va a la taberna y se encuentra con Hagrid, quien no está en su mejor momento. Entre Grawp y las inspecciones está sometido a mucho estrés, pero no quiere abandonar a su hermano. Es la única familia que le queda.
Una vez se marcha Hagrid, Harry se entera al fin del plan de Hermione, que piensa llevar a cabo con la ayuda de Luna y una muy reticente Rita Skeeter. Aunque El Quisquilloso no es precisamente el diario más serio del mundo, Hermione planea apostar por la curiosidad y la sed de información de la gente, que por el boca a boca extenderá la versión de Harry. A ver qué tal se da.
Observaciones y curiosidades:
- En las primeras ediciones a Rookwood se llamó Algernon, en lugar de su nombre ya establecido, Augustus. Esto se cambió en ediciones posteriores.
- Lee sugerirá a Fred y George la esencia de Murtlap que Harry le recomienda para completar sus Surtidos Saltaclases.
No hay comentarios:
Publicar un comentario